sábado, septiembre 24, 2011

el deporte es salud

Hace como 2 meses fuí invitado a participar en una carrera de 5 kilómetros en Arlington, VA al ladito del Pentágono [una forma de rendir tributo a las víctimas de los ataques terroristas en NY, PA & VA (décimo aniversario)].
La inscripción me costó 30 estacas e incluía el número para poder participar, una camiseta de manga larga conmemorativa del evento, agua y algo de comida al finalizar la carrera.

Como preparación para la carrera, y en vista de que hace bastante tiempo que no hago ni pío, semanas antes de la carrera comencé a trotar en el barrio donde vivo. Sudando la gota gorda pero tomándome mi tiempo, relajado y sin afán cada día de por medio.

[Se llego el día.]
Al llegar a la carrera, el ambiente era espectacular... Un mar de gente calentando y estirándose, apiñados como en lata de sardinas en medio de un contingente de policías con chalecos anti-balas, camiones de bomberos (que con las escaleras completamente extendidas servían como asta para una bandera americana extra-grande) y una banda universitaria que al ritmo de tambores y trompetas servían como antesala de tan esperado evento.

Los atletas, algunos orgullosamente usando camisetas conmemorativas, camisetas de previos eventos, del FBI, policia, bomberos, ejercito, etc; otros con su atuendo aerodinámico completamente adherido a su piel, dejando poco a la imaginación. El común denominador?: audífonos blancos.

Después de estirar un poco y dar tres brinquitos como todo el mundo, comenzó la carrera. Todo era alegría: algunos espectadores a lo largo del trayecto apoyaban a los atletas entre gritos y aplausos. Agentes de la policía bloqueaban las calles en sus patrullas delineando la ruta. También habían bandas de rock tocando "should I stay or should I go" y otros clásicos del rock.

Todo el rato traté de mantener el paso de mi amiga, que es una veterana en cuestión de maratones, y creo que hice un buen papel. La ruta estaba diseñada en forma de circuito para que la salida y la llegada fueran la misma, pero desconocía los detalles. Cuando nos estábamos acercando al punto de partida después de lo que pensé que fue una eternidad, un sentimiento de alivio inundó mi mente y mi pecho al sentir que este suplicio llegaba a su fin, pero entre mas nos acercábamos mas lejos veía el retorno... Y ahí fué cuando apareció el nefasto letrero de "2 millas"... Nooooooo!!!! Eso significaba que no había completado ni dos terceras partes del recorrido, e inmediatamente el cansancio me lanzó una inclemente bofetada, forzándome a caminar por unos minutos para recuperar el aliento.

Mientras veía pasar a la gente por mi lado asemejando una alegre manada de gacelas en la selva, yo me estaba lavando el cerebro con el famoso cántico de la fanaticada mexicana de fútbol "si-se-puede!... si-se-puede!...". Un par de minutos después, fui víctima de un doloroso calambre en la nalga izquierda [aparentemente no calenté bien las nalgas, y a manera de nota aclaratoria, no estoy interesado en aprender, así que por favor no me manden sugerencias]. Luego de unos cuantos metros, el calambre se me extendió a la pierna, y ahí fué comencé a caminar medio 'choneto'... La gente a los lados me seguía apoyando "bien! Buen trabajo! Sigue así! Eres lo máximo! Animo!..." y yo con una sonrisa externa, pero mentando madres por dentro.

Después de un buen rato de caminar con el rabo entre las patas en el parqueadero del Pentágono a lo largo de la ruta, pasé al lado de un grupo de 15 gaitas escocesas y un militar con su familia saludando la bandera; un emotivo cuadro que coincidió con una inyección de energía que me sirvió para salir corriendo como una zebra perseguida por un hambriento león. A buena hora, porque ya estaba viendo a los últimos participantes.

Y así, como alma que lleva el diablo crucé la meta entre aplausos y algarabía. Una vez cruzada la meta, un oficial militar me hizo entrega de una medalla de oro conmemorativa al evento por llegar entre los primeros 686 participantes entre 4212. Ese es el pensamiento positivo; el pensamiento real es que ocupé ese puesto, pero de atrás pa' delante (por lo menos no fui el último → consuelo de perdedores).

[Después del final.]
Y después de semejante tortura, todos los participantes descansaban desparramados en la calle mientras compartían sus experiencias con la boca llena de exquisitas delicias culinarias: pizza grasosa, perros calientes, hamburguesas, coca-cola, cerveza... Mejor dicho: todo lo necesario para recuperar todas esas calorías que habíamos perdido una hora antes.

Aun con media pizza en la mano, noté la presencia de una cola kilométrica en la carpa de un quiropráctico avispao' y algunas ambulancias asistiendo a unos cuantos corredores conectados a tanques de oxígeno acompañadas por palabras de aliento.

Tres días después, mi organismo se encargó de recordarme la ubicación exacta de todos y cada uno de mis músculos, sin mencionar que mis fieles tenis para correr me dejaron una peladurita en la planta del pié derecho.

Esta maravillosa experiencia, me sirvió de zarandeo: una alerta que me hizo consciente de la pauperrima resistencia física que tengo; así que espero que este relato me sirva de auto-compromiso para hacer algo al respecto. Hasta pronto, y espero que ustedes también cierren el pico y empiecen a hacer cardio, para poder estar entre los 100 primeros de verdad.

1 comentario:

  1. Importantisimo post, ya que es muy importante que las personas se enteren de esta información. Un abrazo.

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